¿Quieres hacer un stage en Chipre? ¡No es solo sol y mar!


 

Entonces, te preguntas sobre Chipre para tu prácticas. Buena idea, buen instinto. Pero… ¿conoces realmente Chipre? Más allá de los clichés: “Med, sol, olivas, fin.” Pero no. No es solo eso. Es mucho más. Y te lo voy a contar todo. Tranquilamente, como si paseáramos juntos por las calles de Nicosia, entre gatos y cafés frappé.

Porque hacer un stage en Chipre no es solo marcar una casilla de “movilidad internacional”. Es sumergirse en un día a día inesperado, en una cultura suave y contradicoria, reír, aprender, sorprenderse. Es una experiencia humana de verdad.

El sol, sí que hay sol. Todo el tiempo. En serio.


 

Chipre es de esos lugares donde abres las persianas y el cielo es azul. Cada día. Al principio te maravilla. Luego te acostumbras, y de nuevo te das cuenta de cómo te sube el ánimo sin razón. Solo por el sol. Simple, pero poderoso.

Aun en verano, cuando hace mucho calor, siempre llega una brisa del mar que te salva de asarte. Pasear entre edificios o quedarte en un parque con café helado se vuelve un placer cotidiano. Y ya, volvés bronceado después de un stage abroad—eso también suma algo de orgullo.

Historia, piedras, leyendas


 

Lo impresionante es que puedes caminar literalmente sobre historia. En serio. Sales de un kebab y te topas con iglesia bizantina; girás la esquina y hay una ruina romana; vas a la playa y… ¡zas!, estás tras los pasos de Afrodita, la diosa del amor y la belleza.


 

Hay una poesía en cada paseo por esta isla. Cada aldea tiene un cuento, cada piedra ha visto gente. Se siente ancestral. No viejo, ancestral. Es distinto. El pasado está justo debajo del suelo. Y eso crea una atmósfera fuerte: espiritualidad, nostalgia y belleza.

Los gatos. Hablemos de los gatos.


 

Prepárate: si no te gustan los gatos… vas a tener problema. Hay gatos por todos lados. Te lo juro. En los tejados, cafés, parques, iglesias, playas, tiendas… y en tu ❤️ (si eres sensible).


 

Pero no molesta, al contrario. Están tranquilos, como dueños de la isla que nos prestan el lugar por amabilidad. Dicen que son reencarnación de reyes antiguos. Y quizás no exageran.

Y terminás teniendo tu favorito. El del barrio, el que te sigue o te espera. Parece bobo, pero crea vínculo con tu calle, con tu rutina… y eso conmueve.

¡A la mesa! O cómo ya no querrás volver


 

La comida en Chipre es algo fuera de serie, y no lo digo al tuntún. Primero, la gastronomía es lenta. Se come con calma, al aire libre, compartido. Pedís un mezze y vienen 25 platitos: halloumi, hojas de parra, berenjenas, tzatziki, albóndigas, pescados fritos, ensalada, hummus… dices “ya me basta”, pero el mozo sigue trayendo más.


 

Y el pan… calentito, tierno, muchas veces recién salido del horno. Lo usás para untar, para todo. Placer universal.

¿Sos veggie o vegano? No te preocupes. La cocina es tan variada que tenés montones de opciones: verduras a la parrilla, guisos de lentejas, hierbas frescas. Huele riquísimo, es sano, colorido. Y comer es acto social: charlás, reís, contás el día. Ya nunca más comés solo frente a la compu.

El vino auténtico, ancestral


 

En Chipre se toma Commandaria. Un vino muy, pero muy antiguo. No es viejo; existía antes de Cristo. Leíste bien. Se bebía en la Antigüedad y sigue teniendo su lugar.


 

Es dulce, tipo licoroso, muy suave. Se bebe despacio, al final de la jornada, en un balcón mirando las colinas que se oscurecen. Te oxigena: respirás más lento, hablás más pausado. Saboreás el presente.

No se trata de embriagarte a diario, sino de probar algo hecho aquí, con amor, sol, tierra y tiempo.

El detalle que mata: los baños


 

Vamos al grano. En Chipre no se tira el papel higiénico al inodoro. Se pone en un pequeño cesto al lado. ¿Por qué? Porque las tuberías son viejas, estrechas, frágiles. Si lo tirás, se tapa y se arma el lío. Así que te adaptás. Raro al principio… después, ni lo pensás.


 

Es parte del encanto cotidiano. Una costumbre que perturba un poco al inicio, pero después extrañás cuando regresás.

El agua: el oro de la isla


 

Chipre es seca. Muy seca. El agüita es un tesoro. Hay que respetarla. El agua de la canilla se puede beber en zonas urbanas, pero la mayoría compra botella. A veces cortan el agua por horas. Entonces aprendés a cuidarla: no dejarla correr. Y decime, no es saludable ese recordatorio?

Te das cuenta lo fácil que desperdiciamos. Y frena el frenesí… porque cada gota vale.

La gente: lo que vuelve especial la isla


 

Te lo digo claro: los chipriotas son adorables. No es cuento. Te reciben, te ayudan, te sonríen. Hablan inglés (herencia británica), les gusta charlar, toman las cosas con calma.


 

¿Te perdiste? Te guían. ¿Comés solo? Te regalan un postre. ¿No entendés la carta? Te explican con gestos, paciencia y una sonrisa.

Y lo más: la isla es segura. Podés caminar de noche sin miedo, dejar tu bolso en una silla sin defenderlo como un halcón. Es liberador y da paz.

Trabajar en Chipre: otra forma de ver el mundo


 

Un stage allí no es solo laburar. Es aprender otra forma de vivir. Descubrís que podés ser profesional sin estrés. Que podés decir las cosas directas sin ser rudo. Que las relaciones humanas importan tanto como la productividad.


 

También es una prueba: ¿sabés adaptarte a otra cultura laboral? ¿Escuchar, observar, ajustar? Eso es profesionalismo. Y te sirve toda la vida.

En resumen: es mucho más que un stage


 

Vas a caminar por mercados que huelen a cilantro y limón. Probarás cosas que en Francia no te habrías atrevido. Vas a conocer gente, reír en otro idioma, quizás enamorarte… de la isla, el mar o los gatos.

Vas a cambiar. No radicalmente, pero sí. Y ese cambio te acompaña por tiempo.

Así que si tenés la oportunidad de ir, hacelo. No tenés idea todo lo que esa pequeña isla te dará.

¿Y después de todo esto…?


 

Si leíste hasta acá, Chipre ya te intriga. Y tenés razón. No es un lugar para pasar de paso. Te agarra de la mano, te cuenta historias, te enseña a respirar distinto, a mirar con lentitud, con intensidad. No es una postal fija. Es un lugar vivo, habitado, generoso.

Así que si todavía dudás, preguntate: ¿querés solo hacer un stage o vivir algo? Si es vivir, prepará el pasaporte, llená tu botella y dejate llevar.


 

Y si querés ayuda con la organización, encontrar empresa, alojamiento, contactos… ya sabés dónde encontrarnos. Estamos para que tu experiencia en Chipre refleje lo que sos: único, vivo, profundamente humano.

¿Te venís?